A veces es dormir
sin un calcetín,
para coger frío en el alma
y no encontrar
tu calor al despertarme.
Estar frente a la taza de los cereales
viendo como las mismas noticias
de siempre, se hunden sistemáticamente
hasta el fondo.
En un rincón de mi corazón
me sumerjo de camino
a la oficina, bien abrigado
- bufanda y todo –
sin saber muy bien
si al cruzar la calle
los semáforos están
silenciosos.
Y entonces llega el espanto,
el horror, la visión
fragmentada de las
baldosas moteadas
del suelo,
resbalando
entre silencios,
perdiendo los zapatos,
enfriándome el alma,
sin encontrar tu calor,
sin levantarme.