no
consigo destruir mi rostro o arañar
hasta
hacer caer un fino hilo de sangre.
Me
afeité descuidadamente
en
el cajero del banco
sórdido
sumido de cieno
con
el corazón vendido de pasado
recordado
como almizcle
dormido
perdiendo
días
para coger frío en el alma
y no encontrar
ningún calor al despertarme.
Estar frente a la taza de los cereales
viendo como las mismas noticias
de siempre se hunden sistemáticamente
hasta el fondo.
En un rincón de mi corazón
me sumerjo de camino
a la oficina, bien abrigado
sin saber muy bien
si al cruzar la calle
los semáforos quedan
silenciosos
los oídos tiemblan
al escuchar
al escuchar
todos los días
así al escuchar
terapia como escritura
como tra/bajo como escritura
como terapia
tus palabras gritos susurros
quedan siempre
no escuchar
no escuchar
es rendirse
es la lluvia
fina persistente
durante la noche larga
llena de ansiedad
carcomiéndome.
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